Corría el Siglo XV
poco después del descubrimiento de América, cuando el Capitán Diego de Mendoza
descubre los Valles de Rionegro y Marinilla. Desde entonces este territorio ha
cautivado a propios y extraños por su ubicación geográfica y por su riqueza cultural.
Francisco Núñez Pedroso, junto con un grupo de aventureros que llegaron del
Perú en 1549, fueron los primeros exploradores del Valle de Corpus Cristi,
nombre con el que se conocía el actual valle cuyo primer propietario, en 1573,
fue Pedro Beltrán. Pero fue sólo en 1618 cuando se conocen los primeros
asentamientos de buscadores de oro, que lo habitaron pacíficamente con las
tribus indígenas de los Thaamies, indios nativos de la región que existían
desde antes de la conquista española y que eran comandados por caciques como:
Punchiná, Nutabe y Marini.
Para el año de 1640
se encuentra el Franciscano Fray Miguel de Castro Rivadeneira catequizando indígenas
en la zona y cinco años después se conoce el primer sacerdote marinillo, Diego
Rodríguez de Morgano, quien realiza ceremonias litúrgicas en una Ermita
edificada en bahareque en un lugar cercano a la quebrada Cimarronas en el
sector conocido hoy como Belén.
Desde el año 1661
empieza a consolidarse la organización del poblado y aparece el primer alcalde,
Antonio Cardona Rivadeneira. En la misma época existía en dicho valle una
pequeña iglesia pajiza que fue reedificada por Fray Miguel de Castro con el fin
de confortar a la comunidad cristiana asentada en aquel tiempo. Este monje
franciscano reunió a los pobladores del valle de la Marinilla y del sector de
El Peñol, y decidió edificar en la primera zona una capilla para los españoles
y en la segunda una para los indios. Ambas capillas las dedicó al patrono San
José, cuya fiesta se celebra desde 1667.
El 15 de enero de
1690 se celebra una misa en Marinilla en tierras heredadas de don Diego Muñoz
de Bonilla por Sabina Muñoz de Bonilla y su esposo Francisco Manzueto Giraldo
venido este de Anserma. De este matrimonio surge una numerosísima descendencia
que hoy está asentada en el Oriente Antioqueño y que se ha expandido por toda
la República, entre cuyos integrantes se encuentran 26 obispos Colombianos. De
Anserma vino también don Juan Duque de Estrada quien se asentó en Marinilla
junto con un nutrido grupo de gentes provenientes de Mariquita.
Marinilla por
aquella época era vista como un territorio pacífico y amplio. Comprendió
territorialmente el denominado Cantón de Marinilla que se extendía desde el río
Rionegro hasta el río Magdalena, a lindes con Mariquita, lo que hoy conforma el
territorio de 12 municipios.
En las décadas
siguientes a su fundación, en 1664, Marinilla paso casi desapercibida, en un el
espíritu emancipador. Sin embargo, en ese ambiente de absoluta paz, recibió el
título de Villa otorgado por el Rey Carlos III en 1787, y el Escudo de Armas
que le concedió el Rey Carlos IV de España en 1794. El Arzobispo de Popayán
creó, en 1752, la parroquia bajo la advocación de San José. En la gesta
emancipadora Marinilla se hizo célebre por su aporte en hombres al ideal
patriota, animado por el gran adalid de la causa y segundo libertador de
Antioquia Presbítero y Doctor Jorge Ramón de Posada y Mauriz. Fueron
innumerables los marinillos que estuvieron en los distintos campos de batalla
como el sitio de Cartagena, la campaña del Sur, El Palo, Calibío, Tacínes, El Pantano
de Vargas, Boyacá, Chorros blancos, y otros más.
El Dictador Don
Juan del Corral, el 13 de agosto de 1813, y luego de haberse declarado
oficialmente la Independencia de Antioquia, le concedió a Marinilla, junto con
Medellín, el título de ciudad. Por la valentía de sus hombres y mujeres en la
gesta emancipadora, la ciudad es conocida como “La
Esparta
Colombiana”, tomando el nombre de la ciudad de la antigua Grecia que se
distinguió por su valentía y por el acérrimo amor de sus habitantes por su
patria. El gesto sublime de la heroína Simona Duque de Alzate que entregó siete
de sus hijos a la causa emancipadora es el símbolo indeleble del sentimiento
patriótico de la comarca.
La vida de la
ciudad transcurrió, luego de la independencia, apaciblemente. Se convirtió,
desde mediados del siglo XIX, en centro educativo de singular relevancia, en
todo el territorio que entonces comprendía la llamada “Antioquia la Grande”,
con lo que hoy son Caldas, Quindío, el norte del Valle y el norte del Tolima, y
se fundó, en 1838, del Colegio de San José que sigue siendo un referente de la cultura
en el oriente antioqueño. El ansia de educación perdura así como el empeño en
la promoción de la cultura en todas sus manifestaciones: La música tiene su
mejor expresión en el Festival de Música Religiosa que, en forma
ininterrumpida, y desde 1978, se celebra bajo la organización de la Corporación
Amigos del Arte. La Escuela de Bellas Artes Luís Carlos García Gómez, creada en
1983 y que está hoy a cargo de la Secretaría de Cultura, promueve los valores
estéticos y artísticos con amplio reconocimiento ciudadano.
La Capilla de
Jesús, construida en 1752, es un recinto colonial que invita al recogimiento y
que sirve de escenario al Festival de Música Religiosa. Las once instituciones
educativas, el Tecnológico Coredi como oferta de educación superior y los
programas universitarios que se desarrollan en la ciudad, ratifican el
prestigio de Marinilla como centro cultural de la región oriental del
departamento. La industrialización que trajo consigo la autopista
Medellín-Bogotá ha traído como consecuencia el crecimiento acelerado de la
población que llega hoy hasta los cincuenta y dos mil habitantes. Su cercanía
con Medellín, a solo 41 kilómetros, la vecindad con aeropuerto José María
Córdoba, el magnífico clima, el amplio comercio y la gentileza de sus
habitantes, hacen de Marinilla un lugar ideal para vivir y para visitar. Sus
sitios naturales de disfrute, sus museos, sus lugares históricos, sus artesanías,
especialmente las de instrumentos de cuerda que datan desde 1.858, y la
hospitalidad que brinda, hacen de Marinilla una ciudad realmente atractiva.
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